El último informe Loyola Economic Outlook (LEO) de la Universidad Loyola de Andalucía, presentado en CEA, incluye un monográfico sobre la Innovación de la empresa andaluza, en el que se refleja que nuestra región ha liderado el ranking nacional de registro de patentes durante el primer semestres de 2016, con un total de 241 solicitudes, según datos de la Oficina Española de Patentes y Marcas. Y es la primera vez que Andalucía encabeza el ranking nacional en toda la serie histórica.
Aparte de esta buena noticia y según el citado monográfico, llama la atención que, según los datos más recientes de la encuesta sobre innovación en las empresas realizada por el INE, la principal fuente de información para actividades de innovación son los trabajadores, tendencia observada tanto en el ámbito nacional como andaluz. Con ello nos sumamos al carro de una de las grandes corrientes en las empresas de la Unión Europea para desarrollar su competitividad, el de la innovación, a través del principal protagonista en la empresa, el capital humano.
Por tanto, resulta crucial fomentar el espíritu innovador dentro de la empresa, pues es beneficioso para la motivación de los profesionales y para la mejora de su productividad y de sus condiciones de trabajo. La empresa tiene que asumir una cultura corporativa que apoye la mejora de procesos con la participación de todos.
Ante estas nuevas tendencias, creo que es necesario poner el acento en las personas, que son las que, en definitiva, integran a las empresas, y hacer hincapié en su talento; e, igualmente, en la innovación de las ideas, de los procedimientos y, por supuesto, en la mejora del conocimiento, la integración y el liderazgo en la empresa. Los recursos humanos deben ser una fuente constante de innovación.
Actualmente, re-innovarse para progresar no es un hecho aislado de una actividad empresarial determinada, ni una tarea exclusiva de los ya tradicionalmente sectores estratégicos; como, por ejemplo, el biotecnológico, las TICC, o la actividad energética y aeronáutica, entre otros. Todos los sectores se van sumando, con más o menos intensidad, y también cada vez más empresas a la senda de la innovación y de la adaptación al cambio tecnológico, consustanciales con el siglo XXI.
Re-innovarse, una máxima inexistente gramaticalmente, tiene su encaje semántico en una cita de Miguel de Unamuno: El progreso consiste en renovarse. Con un matiz, que no es otro que el esfuerzo colectivo de todo el equipo humano en mejorar la empresa.
Por tanto, re-innovar es el gran desafío y, a la vez, el instrumento para superar los desafíos de esta nueva época, el que resume y engloba a los demás. Y no se corresponde solo con el ámbito empresarial o profesional; es el gran desafío para toda la sociedad en su conjunto. Porque la innovación es sinónimo de progreso y el mecanismo para que crezcan y se desarrollen nuestras empresas, la economía y el bienestar social. Es la tarea y el reto de todos.
Javier González de Lara y Sarria, Presidente de CEA.