5 de marzo de 2020
La digitalización forma parte de los retos de la cuarta revolución industrial, en la que las tecnologías no son el fin, sino el medio. Porque esta gran transformación y sus desafíos tienen que ver más con el talento, la actitud, el liderazgo y, en suma, con las personas.
El mundo actual está inmerso en una permanente transición tecnológica, que modifica nuestra forma de vivir, compartir, trabajar y relacionarnos. Y todo ello a una velocidad inimaginable hasta ahora y en un entorno cada vez más digital y conectado. Por eso se considera que estamos ante una nueva revolución, la Revolución Digital.
Las nuevas tecnologías constituyen hoy en día el principal motor de transformación social y económica, así como la mayor fuente de competitividad, y su impacto alcanza a todos: las administraciones públicas, las empresas y los ciudadanos.
En el ámbito económico y empresarial, la metamorfosis digital supone la integración de esta tecnología en todas las áreas de una empresa, cambiando fundamentalmente la forma en que opera y brinda valor a sus clientes. Puede implicar la reelaboración de los productos, procesos y estrategias dentro de la organización empresarial mediante el aprovechamiento de la tecnología digital.
En tal sentido, la transformación digital requiere un examen y reinvención de la mayoría, si no de todas las áreas dentro de una empresa, de su cadena de suministro y flujo de trabajo, las habilidades de sus empleados, así como procesos de discusión en la dirección e interacciones con los clientes.
La digitalización efectiva implica fuertes cambios económicos y sociales. Nadie puede ignorar las oportunidades que ofrece ni los retos que representa, ni sentirse ajeno a la digitalización. Exige actuar con vocación de liderazgo. Un liderazgo en el que las organizaciones empresariales ya están teniendo un protagonismo esencial e imprescindible.
La aceleración del desarrollo tecnológico provoca una disrupción notable, que ya empieza a afectar intensamente a los modelos de negocio. Con las nuevas empresas luchando contra las tradicionales. También las Administraciones se ven afectadas por este fenómeno, por lo que tendrán que ser más flexibles e inteligentes, para cubrir las necesidades del sector privado y de los ciudadanos, en un entorno en el que el mercado de trabajo tenderá a la dualización.
En cuanto al proceso de la digitalización en la actividad empresarial, participar en él no es una opción que se pueda escoger, sino una necesidad que se debe integrar en el saber de las empresas, en la gestión diaria y cotidiana. Porque estar fuera o dentro del proceso digital puede suponer para las empresas, en un período muy corto de tiempo, mantenerse o ser expulsadas de su mercado habitual.
La asunción de la transformación digital en las empresas, implica también un campo de actuación mucho más amplio que la simple aportación tecnológica. Es una forma de hacer las cosas. Es la habilidad de una empresa para desarrollar una cultura corporativa abierta al cambio, a la flexibilidad y a las alianzas entre compañías.
En este sentido, la estrategia digital debe estar elaborada para que actúe en al menos cinco pilares básicos de una empresa: el Negocio, las Personas, los Clientes, los Procesos y la Comunicación. Y no se contempla “la tecnología”, ya que ésta de por sí no es el pilar, sino la materia prima que permitirá obtener una ventaja competitiva en cada una de las áreas.
Para que la digitalización empresarial sea todo un éxito, hay que aspirar a una sociedad digital plena, que esté bien formada, equilibrada, con talento y conocimiento, así como impregnada de espíritu empresarial.
En el caso de Andalucía, según diversos informes y entre ellos un Barómetro que publicó nuestra organización, a través del proyecto de CEA +Empresas, se destaca que la cultura digital está en proceso de asentamiento en la empresa andaluza, y que está liderada habitualmente al más alto nivel dentro de la organización: empresario o director general.
En el Barómetro de CEA se señala también que la inmensa mayoría de las empresas realizan alguna inversión relacionada con la transformación digital. Sin embargo, el porcentaje de empresas que han formalizado su estrategia global es todavía reducido.
En este sentido, las principales barreras al proceso de transformación digital en Andalucía están relacionadas con cuestiones de tipo “humano” y no tecnológico. Y el coste es un factor que se percibe como barrera en empresas de tamaño medio y pequeño, pero no en las grandes empresas.
Es necesario promover entre las empresas andaluzas una visión de la transformación digital más como una oportunidad que como un obstáculo. Asumir este nuevo proceso supone obtener también las ventajas que plantea la digitalización, al cambiar la forma de relacionarnos y la capacidad de actuar en lo global desde lo local. Obliga, a la vez que facilita, competir en mercados cada vez más globales y provocará que en unos pocos años gran parte de las actividades y empleos sean totalmente novedosos. Andalucía llegó tarde a otras revoluciones y tiene la oportunidad, casi obligación, de no hacerlo en ésta.
En conclusión, la empresa andaluza tiene por delante un desafío enorme para los próximos años, que le enfrentará a uno de los retos más trascendentes de su historia. Por ello, las organizaciones empresariales como CEA están liderando este proceso y apostando firmemente por el compromiso y el desarrollo de la digitalización de la empresa andaluza.
Javier González de Lara. Presidente de CEA