El número de desempleados en el primer trimestre del año aumentó en la provincia en 8.800 personas, situándose la tasa de paro en el 36,71 por ciento. Esta tasa se encuentra por encima de la estatal, del 27,16 por ciento, aunque se encuentra ligeramente por debajo de la andaluza, del 36,87 por ciento.
Así se refleja en los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) conocidos en la mañana de hoy, 25 de abril, y referidos al primer trimestre de 2013 y a la provincia de Málaga, que reflejan una continuación de la tendencia al alza que comenzó en el tercer trimestre de 2012.
De este modo, en términos absolutos, son 284.200 las personas que según la EPA se encuentran en paro en la provincia de Málaga.
Aunque negativas, estas cifras deben interpretarse en la contextualización general del año: el primer trimestre suele arrojar un aumento de la tasa de paro, dada la disminución que se produce en la actividad del sector turístico y sus industrias afines, que, en los últimos años, han sido los motores de las variaciones en las cifras de desempleados a lo largo del ejercicio, a consecuencia del agravamiento de la estacionalidad. Por ello, no se descarta que las cifras del segundo trimestre sean mejores, puesto que reflejarán las contrataciones propias del comienzo de la temporada turística, en los que la ocupación hotelera y por lo tanto la actividad de los sectores relacionados suele ser mayor.
En este sentido, es fundamental incidir, por un lado, en la necesidad de que se articulen iniciativas y políticas que favorezcan la desestacionalización que condiciona al segmento turístico, potenciando la diferenciación y la especialización de los productos de la Costa del Sol, a fin de reforzar este importante sector para nuestra economía y nuestro mercado de trabajo. Por otro, es relevante también que se promuevan las medidas oportunas para incentivar el consumo, y de ahí la dinamización de la actividad y un mayor flujo de productos y servicios.
Por último, los datos evidencian el desgaste que la crisis económica supone para familias y pymes, generando una dinámica de pérdida de empleos que, tras más de cinco años, no remite más que tímidamente, y que se traduce en la urgencia de primar medidas de reactivación del tejido productivo frente a las de cualquier otra índole, en orden a superar las consecuencias que sobre los colectivos más vulnerables ejerce la grave coyuntura socieconómica que atravesamos.